Confieso que siempre me ha dado respeto subir, en mi vida igual lo habré hecho tres veces con esta. Cuando mi madre era joven alguna gente saltaba desde lo alto y se tiraba al agua porque había una poza, ahora no cubre apenas, cuando más quizá por la cintura.
Me da buen rollo pensar todo el tiempo que ha estado ahí, la de gente, animales, coches, que ve cada día pasar… desde los patos salvajes hasta alguna grulla despistada que se ampara a su cobijo en pleno invierno. Lo se porque lo he visto y una nutria.
Me gusta tener naturaleza casi en la palma de la mano, a pocos pasos, aire puro, verde…
Esa sensación de libertad que da el silencio roto por el canto de los pájaros.
Esa sonrisa que sale hasta sin querer porque estás en casa y es un regalo tener rinconcitos como este y muchos otros.