Aunque en el vídeo os cuento como y respondo preguntas, os diré que llegó de casualidad, me enamoré de él casi en esta primera imagen y al cogerlo en brazos supe que compartiríamos muchas cosas.
Era una bola regordita, peluda, pequeña, mordedora, con su carácter, pero también puro amor hasta cuando casi no sabía andar mi moverse y tenía que llevarlo cogido porque se cansaba. Después le salió el alma de explorador.
Su primer baño con cara de circunstancia. Al mojarlo se queda en nada mi ratilla.
Pero con unos paseos de toalla y secador vuelve a ser un muñeco achuchable.
Energía pura, bostezos, comer, sueños… nos ha acompañado a muchos sitios, desde el principio asoció el transportín a ir a sitios divertidos y le encanta, monta una fiesta cada vez que lo ve.
Y juega, con las personas, los niños, las piedras, los palos, las pelotas… con casi todo lo que puedas imaginar, aunque con los años ya es más tranquilo.
Es mimoso a su manera, con Golfo inseparables, aunque ahora este labrador pesa 45 kilos y ya no es el pequeño, jajaja, pero Tigre sigue adorándole. Bueno, se adoran ambos.
No pueden faltar los paseos, los ratos de desconectar, de cansarse, baños en el río, los charcos…
Muchas veces le aflora la vena cotilla y se pone a dos patas para otear el horizonte.
Aunque a su manera, a pesar de ladrar en la calle todo lo que quiere y más, es amor y mimo puro.