He usado esmaltes de la marca en más ocasiones, me parecen de buena calidad, la fórmula es bastante ligera, en algunos tonos con una capa la cobertura ya es suficiente y uniforme, aunque por manía siempre doy dos. El pincel es pequeño y preciso, no deja líneas. Aunque sean colores oscuros no he notado que me tiñan la uña (si, se que con base se evita pero creedme cuando os digo que hay algunos tonos que incluso “con” lo hacen), siempre los aplico sobre base y encima un top coat para aumentar la duración. En mi caso de cuatro o cinco días, teniendo en cuenta la cantidad indecente de veces que me lavo las manos.
Al recibirlos no dudé en mostrarlos en las historias de Instagram y preguntar cual os gustaba más, aunque todos tuvieron su momento se llevó la palma Malaga wine. Un rojo vino, un rojo con cierto punto granate, perfecto para los días grises del invierno, pero ya os digo que no me cortaría un pelo en utilizarlo en pleno verano. En la fotografía que os dejo le da el sol directo y se ve una chispita más claro, igualmente no es un granate demasiado oscuro.
Como buena urraca que soy se me fueron los ojos directos a I’m not really a waitress, lo podría definir como el reflejo de una bola de Navidad. Eso lo encajaría directamente al uso en el mes de diciembre y enero, pero me gusta tanto que se va a convertir en un básico. Aunque en las fotos se ve bonito prometo que en persona lo es más aun.
Y quizá el que considero más icónico es Big apple red, conozco a varias chicas que lo tienen como esmalte de cabecera desde hace años, yo misma tenía una mini talla que ahora le acompaña. Un rojo que considero queda bien a todo el mundo, muy vivo, alegre, elegante, un rojo de manzana como su propio nombre indica.